Título del Muestra: Bosques Sagrados – Más allá de los Sueños.
Asociación Cultural Humboldt | 3 de Junio al 30 de Julio de 2023 | Sala de Exposición.
Texto de Sala por Karl Krispin.
El bosque suscita la necesidad del relato. Ese relato viene en el color de Abraham Gustin para narrarnos el bosque como recinto de milagros, el prodigio del duende, el hechizo, el relámpago del fuego prometeico y volver donde las civilizaciones comenzaron a relatarse desde el mito y la metáfora. Hay imposibles que se hacen posibles como un árbol sembrado sobre un mar azul, o derrochado en un océano gris con olas levantiscas, entre invocaciones de la era donde todas las cosas ocupaban simultáneamente el mismo espacio. El árbol es la vida, el aliento que respiramos y asume la voluntad de permanecer; está allí con la seguridad henchida de su tronco, alojando sus raíces que zigzaguean la tierra por sus costados, bajo ella y sobre ella. El árbol nos conversa, nos comprueba su eternidad, cómo sobrevive en sí mismo, que la posibilidad de derribarlo es un atentado. El árbol habla de la vida y se confunde con el sueño. La vigilia y el sueño se suceden y sustituyen. El bosque introduce a sus personajes, agolpados, abigarrados, en un cantábile coral, allí donde los sonidos convergen y los leñadores tienen la entrada prohibida, desde el sonido original hasta el ruido de los paseantes actuales que lo ven.
Hay muchos bosques y uno solo. O uno solo y muchos. Como se quiera. Los predicados en la obra de Gustin se multiplican, cambian el pigmento, se extravían en sí mismos, buscan la diferencia como las estaciones. Pero es el mismo árbol reproducido. Algunos bosques se convierten en árbol solitario, quieren desplegar sus ramas, elevar la personalidad del dios en su epopeya, con la fronda generosa, protectora del suceso, en un festejo particular. De allí se truecan para volverse infinitos. Lo minucioso se hace totalidad: se proclama un churrigueresco que crepita. No creamos que es un mero paisajismo para que la pupila celebre un humor estético. La propuesta es laberíntica. La mirada se acelera con la taquicardia de un recorrido indetenible. Nos perdemos en el bosque o escogemos algo de su sagrada totalidad que nos devuelva a la urdimbre primigenia. Hay bosques con personalidad. Estos bosques son como ciudades que crecen y nos rodean. El reto consiste en saber si algún Ávila puede habitarnos, o las praderas monetianas que imaginamos. Bosques sagrados, más allá de los sueños es un juego interminable que nos desafía, no nos deja escapar, nos retiene más allá de lo lúdico, en el paseo sucesivo, engañosamente sosegado, en el que la contemplación una y otra vez se hace consciencia y va trazando el árbol ancestral que no deja de crecer en nosotros.