Abraham Gustin: «Mi obra musical describe una especie de pintura sonora»
El disco «11:11 Pulso de vida» fusiona el género world music y el clásico sinfónico, con un cuarteto de cuerdas para los arreglos orquestales.
Por SERGIO CARRASCAL | Versión Online | 25 de Noviembre de 2017
Inmerso desde su infancia en el mundo de las artes plásticas y visuales, Abraham Gustin es uno de los artistas venezolanos que logra conjugar perfectamente la pintura, el arte y la música. En su faceta más reciente, la musical, acaba de realizar su tercera producción discográfica, titulada 11:11 Pulso de vida, luego de publicar La casa de David (2006) y Blue (2009).
Gustin es un apasionado de la cultura en todas sus facetas. Su afición por el arte, surge en la Universidad Central de Venezuela (UCV), cuando estudia arquitectura en 1987. Luego en 1989, ingresa al Instituto de Arte Federico Brandt, al sentirse atraído por las artes plásticas, y finalmente se inscribe en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas.
Asegura que el arte se remonta en su haber desde la infancia. “Mi expresión como artista plástico y músico forma parte de mi crecimiento, de mi familia, de mis recuerdos y permanece de forma indeleble en todas mis memorias”, asevera.
Su álbum más reciente cuenta con 12 pistas y su lanzamiento está previsto para el 5 de diciembre en el Centro Cultural Trasnocho, en Las Mercedes. En el disco fusiona el género world music y el clásico sinfónico, y utiliza un cuarteto de cuerdas para sus arreglos orquestales.
«Mi obra musical describe una suerte de pintura sonora, que intenta narrar una historia desde los espacios del alma. Estas narraciones musicales vinculan mi música con lo que muchos llaman el soundtrack.»
–¿Cuál es la temática que aborda en su tercera producción discográfica?
–Desde el punto de vista compositivo, mi obra explora distintas temáticas bajo el sello de un estilo musical que he ido desarrollando a lo largo de los últimos años. Un estilo que se acerca mucho a la idea del soundtrack. 11:11 Pulso de vida es un proyecto que habla de la magia del ser humano, del amor, de la danza, de los caminos hacia la gloria, de las órbitas celestes, de una marcha por la libertad, de un bailable, de un preludio, de un vals. Cada pista de este disco explora una temática, donde cuento una historia que se desarrolla como una suerte de obra literaria. Como toda obra, cada tema se caracteriza por tener tres instancias, a saber, una presentación de la historia, el desarrollo y un desenlace. En mi obra musical siempre hay un momento de clímax que coincide con el momento de mayor tensión, desde el punto de vista compositivo, para luego invitar a un desenlace.
–¿En qué se diferencia 11:11 Pulso de vida de sus dos álbumes anteriores?
–Este álbum es la consecuencia natural de mis dos discos anteriores. En este proyecto presento un trabajo de composición mucho más ambicioso que en mis otras producciones, lo que indudablemente me ha llevado a nuevas fronteras. La casa de David fue un disco mixto pop/instrumental, con una armonía mucho más sencilla, pero con una tremenda fuerza emotiva vinculada a la desaparición física de mi hermano, el doctor David Gustin, a quien le hago un homenaje mediante ese proyecto musical. Tres años después, aparece mi segundo disco, Blue, que intenta explorar una modalidad en la que interpreto mis temas en el piano. Pero me enfrento a otros retos compositivos, donde mi presencia como intérprete ya no es imprescindible. En este disco queda claro mi oficio como compositor y la importancia de los arreglos y de la orquestación.
–¿Guarda algún tipo de continuidad en sus discos?
–No existe una continuidad, pero por supuesto hay una profundización y un desarrollo en mi estilo musical. Cada disco representa una expresión única en su desarrollo. La casa de David constituye una síntesis de mi obra musical que recoge un trabajo desde una edad muy temprana, que reúne mi trabajo de composición como una expresión de mis vivencias. Mi segundo disco es un trabajo de composición posterior, y se aleja un poco de esa etapa pop/rock/instrumental para centrarse más en los temas instrumentales. En ese disco experimento lo que significa no solo componer sino interpretar la mayoría de los temas junto a una pequeña orquesta. El trabajo de composición durante ese período estaba en pleno crecimiento, para convertirse en algo aún más elaborado.
–¿Por qué escogió el género world music y qué otros estilos musicales fusiona en su producción discográfica?
–Sinceramente no escojo el renglón musical en el que trabajo. La música no puede etiquetarse ni encajonarse en formas musicales predeterminadas. Son solo nomenclaturas que nos ayudan a entender un poco mejor la historia de la música en términos didácticos para el mundo de la academia. La música solo es música, desnuda y sin etiquetas. Mi obra musical describe una suerte de pintura sonora, que intenta narrar una historia desde los espacios del alma. Estas narraciones musicales vinculan mi música con lo que muchos llaman el soundtrack y que, en cierta medida se ajusta al concepto de world music. Sin embargo, para mí la música es mucho más que eso.
«Mi obra contiene a veces historias de amor, a veces se llena de pasiones, en otros momentos se colorea de alegría y un poco más allá, se rasga de nostalgia.»
–Usted comenta, que Pulso de vida es una gran pintura sonora, que narra historias fantásticas con cada trazo musical. ¿Qué sentimientos plasmó en su disco para lograrlo?
–Soy un artista que se desempeña en dos áreas de expresión. Las artes plásticas y la música. Esto me ha permitido construir lo que yo denomino un binomio perfecto que no se excluyen uno del otro, todo lo contrario se compenetran y crecen como una unidad. Mi obra musical es una suerte de sinfonía de colores y mi obra pictórica es una suerte de pintura sonora. No hay diferencia entre una y la otra. Son nuestros sentidos los que no nos permiten percibir la profundidad de la música que construyen colores o de los colores que se logran erigir como sonidos. Tal vez, en algún momento evolutivo podamos percibir esa unicidad de expresión para entender en una forma más holística al universo.
–¿Cuál considera que es el aporte cultural que ofrece en este trabajo musical?
–Todo lo que hacen los seres humanos desde el mundo de la creación se convierten en un aporte cultural. Algunos son pioneros o tal vez llegan antes, ostentando el nombre de “vanguardia”. A mí no me toca hacer vanguardia y ni siquiera pienso en eso. Para mí es suficiente que mi música se convierta en un catalizador, para potenciar lo sagrado en el ser humano. Mi obra musical no es fácil de ser etiquetada por la variedad de géneros en los que me muevo. Sin embargo, no atravieso las fronteras del jazz y tampoco es cien por ciento académica. En mi opinión es un paso intermedio de todos los géneros anteriores para detenerse en la world music.Mi obra contiene a veces historias de amor, a veces se llena de pasiones, en otros momentos se colorea de alegría y un poco más allá, se rasga de nostalgia.
–¿Por qué decidió estudiar artes plásticas, arquitectura y artes visuales. ¿De qué forma logró vincularlas?
–El arte en mi haber se remonta a la infancia, y mi expresión como artista plástico y músico forma parte de mi crecimiento, de mi familia, de mis recuerdos y permanece de forma indeleble en todas mis memorias. Yo me hago artista plástico y músico, pues ese es el don que recibí, y tuve que buscar la manera de que ese binomio pudiera coexistir. Siempre confundimos la fama con el don de un individuo. Un talento nos puede llevar al reconocimiento, pero no necesariamente una persona reconocida es un persona que explota el don que le fue conferido.
–¿Cómo logra conjugar el arte, la pintura y la música? ¿Cuál es el resultado de esta fusión tan interesante?
–La pintura y la música se han convertido en mi carrera en un binomio perfecto. Es y ha sido un proceso de simbiosis, donde ambas disciplinas se nutren una de la otra. Por lo demás es interesante recordar que muchas de las apreciaciones que utilizamos para definir un trabajo artístico provienen de la nomenclatura utilizada en la música. Es increíble la correlación que existe entre los colores y las notas musicales. Y ya muchos artistas en la historia han intentado proponer proyectos que intentan fundir ambas disciplinas. En mi caso particular, no intento fundir ambas expresiones, sin embargo la plástica se nutren de mi trabajo de composición y viceversa.
–Coméntenos sobre sus próximos planes y proyectos.
–Ya estoy trabajando en dos nuevos discos. Uno de ellos es un hermoso proyecto que contempla la presentación de todos mis valses venezolanos, incluyendo aquellos que el público ya conoce, así como de los valses que recientemente he compuesto y aún no han sido grabados. Es un proyecto que aspiro se convierta en mi cuarto disco y si conseguimos los fondos suficientes podríamos intentar que fueran interpretados por alguna de las orquestas nacionales.
secarrascal@eluniversal.com